Con más de 25 años de experiencia en el sector, las empresas Comerç Giró y Port Cantó trabajan conjuntamente para ofrecer un servicio integral a profesionales de la hostelería, la restauración, las colectividades y el pequeño comercio. Más de 4.000 productos en alimentación, bebidas, limpieza o higiene personal, con entregas gratuitas en 24-48h por toda la provincia de Lleida y la Franja, así como algunas zonas próximas de Girona y Barcelona.
Su modelo se apoya en una logística bien estructurada, basada en dos centros de distribución: uno en Sort (zona Pirineos) y otro en el Polígono Polinassa, en Alcarràs (Pla de Lleida). Pero lo que lo hace único es una manera de entender la distribución como un oficio que se transmite de generación en generación. Así lo vive Julià Rodríguez Fondevilla, General Manager e hijo de los fundadores, que nos abre las puertas de una empresa familiar con los pies en la tierra y la mirada en el futuro.
Julià, vuestra empresa tiene medio siglo de historia. ¿Cómo empezó todo?
Todo empezó con un pequeño supermercado en el pueblo. Mis padres, Juliá y Roser, y mi tío José Ramón, abrieron un comercio que fue creciendo hasta convertirse en un Cash & Carry. Con el tiempo, nos planteamos servir también a la ciudad. Hoy tenemos dos almacenes: el de Sort, desde donde damos cobertura a la zona de los Pirineos de Lleida, y el de Alcarràs, desde el Polígono Polinassa, para las Terres del Pla de Lleida y la Franja.
¿Cómo se organizan ambos centros?
La base de datos, los productos y los proveedores son exactamente los mismos, pero las políticas comerciales y los precios son distintos. Desde Sort gestiona mi tío José Ramón; desde Alcarràs lo hago yo. Aunque mis padres están jubilados, mi madre sigue algo implicada en Sort, está al tanto de todo el tema de la contabilidad. Seguimos siendo una empresa 100% familiar.
¿Y a nivel comercial y logístico?
Tenemos 9 comerciales: 5 en la zona de montaña y 4 en la ciudad. Hemos dividido la provincia. Desde Alcarràs cubrimos Lleida y los pueblos del Pla, mientras que desde Sort damos servicio a zonas como La Seu d’Urgell o Puigcerdà. Lo difícil en montaña no es solo la distancia, sino el tipo de carreteras, la climatología… Es un reto diario.
¿Cómo se enfrenta ese reto?
Con mucha inversión. Los frenos y discos de las furgonetas se desgastan muchísimo, a los 150.000 km ya los vehículos no sirven.. La sal se come los bajos. Los chóferes tienen que estar formados para conducir en nieve. Hay que deshinchar las ruedas para ganar tracción, volverlas a hinchar cuando se pasa por un puerto de montaña con nieve. Tienen que saber improvisar y no vale cualquiera. Y aun así, se hacen visitas semanales. La nieve no es una excusa porque además es obligatoriedad que el producto llegue, no podemos fallar..
¿Cómo gestionáis la estacionalidad en zonas como Sort?
La diferencia de facturación entre invierno y verano es brutal. Sort tiene 2.000 habitantes, y mantener la plantilla en temporada baja cuesta, pero apostamos por la estabilidad. Nos cuesta encontrar personal cualificado y, con los sistemas actuales de reparto, muchas veces necesitas dos o tres personas para hacer lo que antes hacía una. Lo bueno es que hemos ampliado un poco la zona y ahora tenemos tanto la zona de temporada de verano como otras que son temporada invernal, así vamos estabilizando la facturación.
¿Cómo fidelizáis a un cliente en un contexto tan competitivo?
Tratándole bien, ajustando precios, dándole el género como quiere y donde quiere. Para mí, esa es la clave. Como decía mi padre: “Invierte tiempo en tus clientes, no en tus compras”. Hay clientes que, si no encuentran ese trato, acaban yendo al supermercado.
¿Cómo formáis a vuestros comerciales para dar ese plus?
Les damos un argumentario. Hay cinco fases para introducir un artículo, y la primera —la presentación del artículo — es casi la más importante. Pero no siempre el cliente está receptivo.
Hay que saber adaptarse a los tiempos con las subidas de precios además: a veces la vía es una promoción , comprar a volumen pero controlando los stocks muy bien, ajustar los márgenes (aunque puede volverse en contra), o proponer una alternativa.
¿Y a cómo estáis a nivel digital?
Estamos cambiando de ERP para tener más trazabilidad, poner fechas de caducidad por lote, controlar el stock de manera mucho más precisa. Usamos tablets para saber en tiempo real qué hay en almacén. Gestionamos entre 4.000 y 5.000 referencias, con inventarios rotatorios que funcionan muy bien. También estamos desarrollando una app propia para que el cliente pueda pedir directamente, porque el WhatsApp —aunque práctico— hace que el comercial deje de visitar, ¡y es la forma más común de hacer pedidos últimamente! Los clientes incluso hacen fotos a sus listas de pedidos escritas a mano y nos las envían por Whatsapp, y entender luego la letra…
¿Tenéis algún producto estrella?
No hay uno claro. Casi más que un producto, podría hablar de una marca. En este caso, Pascual, que sí es una buena carta de presentación en tiendas, porque hablar de Pascual te abre puertas. En hostelería cuesta más. Cuando dejamos de trabajar con una cervecera muy potente hace años, justo incluimos Pascual en la cartera. Eso nos ayudó a mantener la facturación, fue increíble. Hoy trabajamos un 70% en hostelería y un 30% en alimentación.
¿Cómo innováis en el surtido?
Si detectamos que falta algo, lo buscamos. O vamos a ferias como Alimentaria para ver qué se está moviendo. A veces es el cliente quien te da la pista, otras veces lo intuimos desde dentro.
¿Cómo ves el futuro de Port Cantó?
Si me lo hubieras preguntado hace un año, te habría dicho que más pequeño y más controlado. Ahora, creo que tenemos que seguir creciendo. Para eso hay que delegar, y eso se me da bien. En ciudad, por ejemplo, tenemos una hoja de ruta: cada cliente tiene un número y el comercial sabe cuándo tiene que estar listo el pedido. En la montaña eso cuesta mucho más.
¿Y la competencia?
Muy agresiva, especialmente en precios. Pero al final, lo que marca la diferencia es el servicio y el vínculo con el cliente.